Relatos escritos por Esther Sanz Agradecería vuestra opinión aunque sea negativa

domingo, 4 de julio de 2010

Dimensiones alteradas (3ª PARTE)

-Por favor, esto no puede ser real. Éstas no son las vacaciones que tenía pensadas-Rodrigo con cara apesadumbrada, suspiró con resignación. Pensó que si cerraba los ojos, al abrirlos, se encontraría nuevamente en el desván buscando el dichoso artilugio de su madre. Hizo la prueba, pero al abrirlos, vio ante sí a un chico que rondaba su misma estatura y de complexión fuerte. Su cabello lacio e hirsuto le cubría la frente sin llegar a rozar sus ojos verdes y rasgados. Su boca, con labios carnosos, dejaba entrever una dentadura blanca y perfecta. Con el torso al descubierto, se podía apreciar la escasez de vello. Rodrigo, con esta fugaz apreciación, se permitió unos segundos de relajación, pero sin llegar a bajar la guardia.
-¿Qué haces aquí?- le dijo el chico sin apartar la mirada de su entorno. Su rostro no auguraba nada bueno.
-Eso mismo te podría preguntar yo a ti pero, ya que estamos, te diré que no estoy aquí por propia iniciativa, sino por que me han arrastrado en contra de mi voluntad. Yo me encontraba en el desván buscando un artilugio que mi madre necesitaba y de pronto tropecé con esa criatura-dijo Rodrigo señalando al aludido.
-Ya ya, el resto me lo puedo imaginar. Yo tampoco estoy aquí porque me apasione precisamente el paisaje, que es un poco tétrico, por cierto. También me arrastraron aquí sin que pudiese hacer nada para evitarlo. Pero antes de llegar a este lugar pasamos por otro que era totalmente opuesto a lo que estamos viendo en estos momentos. Allí, un bicho redondo y peludo, me mordió en una rodilla-el desconocido, apesadumbrado, se sentó en un empedrado para descansar-. Conseguí zafarme, pero la herida, me ha mantenido cojo durante tres días.
-¿Tres días? Entonces no llevas mucho tiempo aquí ¿Crees que hay alguna posibilidad de que podamos salir de este lugar inhóspito?-Rodrigo mientras preguntaba se imaginaba lo que podía contestarle el desconocido. Iba a ser difícil salir de allí si no conseguían un mecanismo para poder abrir una nueva abertura. Por lo que pudo deducir, estas aberturas debían de ser portales a otros mundos paralelos. Tendrían que trazar un plan para conseguir salir de lo que podría ser su hogar permanentemente. Rodrigo, al imaginarse en esa situación, sintió unas pequeñas nauseas y un ligero mareo que le hizo sentarse en el mismo empedrado en el que se encontraba el desconocido.
-Si, tres días. Aunque te parezca poco tiempo, para mi está siendo toda una eternidad. No hago más que buscar una solución para poder salir de aquí y la única, como habrás podido deducir, es conseguir un mecanismo de apertura de una nueva abertura. Aunque no sepamos adonde nos llevan, debemos arriesgarnos. Por cierto ¿Cómo te llamas? Yo soy Ricardo-preguntó el desconocido llevándose la mano a la rodilla. Todavía tenía que contarle lo más importante de aquella situación, pero pensó a esperar a estar en un lugar más seguro. No sabía como se lo podía tomar su recién llegado compañero.
-Yo me llamo Rodrigo. Siento que tengamos que conocernos en estas circunstancias. Está claro que no son las mejores pero no ha podido ser de otra manera-de repente Rodrigo y Ricardo notaron que se les erizaba el bello de la nuca. Al principio lo achacaron a la brisa que refrescaba el ambiente, pero al girarse vieron con estupefacción, que la zona en la que se encontraban, estaba repleta de esas criaturas peludas y se acercaban con lentitud pero con paso firme.
Rodrigo echó a correr dejando a Ricardo atrás, sentado en el empedrado e indefenso.
Ricardo se quedó medio petrificado, no sabiendo como reaccionar. Se levantó trabajosamente, a consecuencia de la rodilla maltrecha, y se dispuso a seguir la misma dirección que había escogido Rodrigo. Desgraciadamente, no pudo dar un solo paso, una de las criaturas le asió el brazo y le forzó a girarse. Ricardo se dispuso a forcejear, cuando de pronto, la criatura calló al suelo con una herida en la cabeza. Al pie de la criatura se encontraba Rodrigo con una barra metálica en cada mano. Le paso una a Ricardo mientras se agachaba junto a la criatura para practicarle un rápido registro.
Pasados unos segundos, se levantó con una sonrisilla en la boca y con el mecanismo, que les llevaría a otro lugar, esperanzadoramente menos peligroso.
CONTINUARÁ...

No hay comentarios:

Publicar un comentario