Relatos escritos por Esther Sanz Agradecería vuestra opinión aunque sea negativa

viernes, 30 de noviembre de 2012

Placer inesperado


La oscuridad de la noche envuelve mi cuerpo. La luna en lo alto, llena, se refleja en mis ojos.
Mi cuerpo, cubierto solamente por una gasa blanca que me acaricia suavemente, palpita
ansiosamente por el contacto de un cuerpo masculino. Llevaba días preparando este
encuentro. Deposito dos copas de champán en una mesa de cristal y me recuesto en una de
las hamacas situadas en la terraza de la habitación del hotel. Siento el roce de la gasa en mi
sexo y noto como se va humedeciendo. Instintivamente comienzo a elevar mi pelvis con
movimientos circulares para alcanzar más intensamente ese contacto tan placentero. Mi mano
derecha acaricia uno de mis pechos mientras que la otra va recorriendo cada rincón de mi
cuerpo buscando un placer más intenso. Rozo superficialmente mi sexo y lo encuentro
totalmente húmedo. Pienso en que debo parar, guardarme para el hombre que llevo
esperando desde hace una semana. Al vivir en distintas ciudades, los encuentros siempre eran
muy limitados pero intensos. No puedo reprimir las ganas de introducir uno de mis dedos en
mi sexo y lo hago. Escucho mis gemidos como en la lejanía. Poso mi mano en mi pubis y con
movimientos circulares lo acaricio a punto de alcanzar un orgasmo que promete ser muy
intenso. De pronto, noto como otra mano se posa en uno de mis pechos y una lengua sedosa
en mis labios inferiores. Estoy tan excitada que no me atrevo a abrir los ojos. Un calor intenso
recorre todo mi cuerpo y noto como llega el momento culminante. Elevo la pelvis y grito
intensamente disfrutando de cada segundo. Esa lengua experta se posa sobre mis labios y
acaricia la mía con ternura. Acerca sus labios a mi oreja y me susurra con voz dulce y
claramente femenina.
- No pude resistir la tentación de ayudarte.
Una sonrisa se dibuja en mis cara mientras observo como la camarera del hotel sale por la
puerta cruzándose con el hombre al que llevaba rato esperando…

                                                                                       Relato Ganador de la Biblioteca Encantada

Criaturas del cielo


Dela se giró instintivamente al sentir sobre su piel húmeda por el sudor, el filo de una daga
empuñada por una mano peluda y mal oliente. Esquivó el envite sin apenas esfuerzo. Estaba
acostumbrada al combate cuerpo a cuerpo. Asió firmemente su espada bañada en sangre
y la introdujo sin esfuerzo en la yugular del enemigo. Llevaban horas inmersos en una lucha
sin tregua. La criatura que le bloqueaba el paso la sonrió maléficamente. Eran criaturas sin
alma. Difíciles de aplacar, pero no se rendirían tan fácilmente. Cogió con su mano libre la
cabellera encrespada de ese ser inmundo y tiró de la otra para retirar la espada de su cuerpo
ya inerte. No pudo permitirse ni un leve descanso. De repente se vio rodeada por cientos de
ellos. Habían ordenado retirada. Y toda su gente huía sabiendo que esta vez la batalla no era
de ellos.
Dela, en cuestión de segundos, comprendió cual era su destino. No tenía nada que hacer ante
un enemigo tan numeroso, pero combatiría hasta final, hasta caer exhausta. Moriría sabiendo
que lo había dado todo por los suyos. La tristeza se apoderó de ella cuando en su mente se
dibujaron imágenes terroríficas, aldeas quemadas, niños gritando de desesperación…
Al momento, escucho un ruido ensordecedor. Elevó la cabeza hacia el cielo al mismo tiempo
que sus enemigos.
Una luz cegadora se abrió a través de unas nubes negras que cubrían toda la comarca, y de
ella emergieron criaturas nunca vistas. El enemigo se apartó asustado retirándose susceptible
a lo desconocido. Dela se quedó quieta sin poder reaccionar. Eran hombres armados con
artefactos desconocidos. No sintió miedo, sabía de qué bando estarían. Y esperó sabiendo que
ahora si habían ganado la batalla pero aun así les quedaba enfrentarse a una guerra…

Paco,Manuela y Viceversa


- Descongela el chorizo Paco.

-¿Cómo? ¿Has dicho chorizo? ¿Has metido el chorizo en el congelador?

- Pues claro. Mira tú este. Aquí no se tira nada. Antes soy capaz de hacer un puchero con todo
ello.

- Manuela, por favor, ¿qué te ocurre? ¿Desde cuándo te viene esta vena ahorrativa? Si con lo
que tú comes, no te da tiempo a que se te estropee ni un potaje para diez comensales.

-Exagerado. Además forma parte de mi dieta. Lo leí en una revista. Hay que meter en el
congelador toda aquella comida que te pueda provocar una tentación. Y porque no puedo
meter a ese morenazo…si no…

- Ya quisieras tú cambiar de aires. Yo por mi, a gusto me tumbaría junto a esa escultura, pero
me tengo que conformar. Decídete, turismo o relax en la playa.

- Venga Paco turismo, que el ejercicio es lo ideal.

-¿Para qué? ¿Para volverme loco? Menudas vacaciones me esperan.

-¿Entonces qué haces preguntando? Si sabes que no vas a estar de acuerdo con lo que yo
decida…

-Tenía la esperanza de que por esta vez coincidiésemos en una decisión.

- Llevas intentándolo veinte años Paco, ya es hora de que desistas…

Vacaciones con cabeza


Braceo sin apenas esfuerzo sobre la inmensa y extensa masa de agua alojada en esta increíble
isla…”Menorca”.

Cualquier preocupación alojada en mi mente queda olvidada mientras observo absorta la
lejanía del horizonte. Mantengo los ojos cerrados y lo primero que aparece en mi imaginación
es una sabrosa caldereta de langosta. No puedo evitar que descienda lentamente de mi
comisura, un pequeño hilillo húmedo. Relamo esa zona en concreto y habiendo recogido
mis enseres dispuestos ordenadamente sobre la arena, me dirijo en dirección al hotel. En
el interior de la habitación, sobre la cama, tendido con sutileza, hay un vestido de gasa azul.
No recuerdo haberlo comprado nunca. Aún así, después de una ducha refrescante, me lo
enfundo como si un guante pareciera, y me quedo absorta tras mi visión en el espejo. Qué
extraño. Siento que el vestido se empapa. Mi cuerpo. Me ahogo. Por dios. Abro los ojos y
braceo con fuerza hacia el exterior de esos brazos húmedos y atrayentes. Es que no se puede
soñar despierta. Que susto…una vez en el exterior, me tumbo boca arriba sobre la arena y me
permito seguir soñando despierta…algo que no se puede hacer en cualquier parte…seguiré
disfrutando de mis vacaciones…

Sueños pasados por agua


Ah, las vacaciones…Estoy tumbada en la playa con la cara apoyada en la arena junto a la orilla, dejando que las olas del mar golpeen mi cara…siento el frescor del agua cerca de mi boca y hay un total silencio, a excepción del sonido de mar…qué paz…Que ganas tenía de estar de vacaciones, ya no podía más…
Una mosca muerta y  un tapón de agua se me meten en la boca…uagg! Me levanto tambaleándome de la arena con la ropa completamente empapada de agua y escupiendo como una loca…Un momento, ¿con la ropa? ¿En la arena? ¡Si estoy en la acera! La cabeza me da  vueltas y me duele la cara. Todo está un poco borroso y oigo voces a mi alrededor… ¿Estás bien chica? Alguien me ayuda a incorporarme y consigo enfocar la vista… ¡Mieeerda! ¡No estoy de vacaciones! ¡Estoy en la entrada de mi trabajo! ¡Me he caído de cabeza a un charco!

                                                                                                  Relato ganador de Catillos en el Aire

Encuentro



Descubrí una roca plana en una playa cercana a mi hotel. Sentí que era especial. Me aproximé a ella y recorrí mi mano por la suavidad de sus formas. Al conseguir ponerme frente a ella, me tumbé boca arriba y me permití el lujo de mantener mi mente en blanco. El agua del mar, al chocar contra las rocas, salpicaba mis mejillas y mi cuerpo semidesnudo. Un bikini minúsculo tapaba las partes más sugerentes de mi cuerpo. La fresca brisa evocaba en mi, recuerdos apenas olvidados por el tiempo. Esas vivencias lejanas que se mantienen en un rincón de la mente, pero que solo se despiertan con pequeños estímulos sensitivos. Me incorporé unos centímetros y observando el horizonte pensé en lo poco que echaba de menos ciertos aspectos de mi vida.
La bravura de las olas no dejaban que mis ojos alcanzaran una visión más nítida del horizonte. Se asemejaba bastante a las sensaciones encontradas que experimentaba mi cuerpo desde hacía varios meses. Abrí los ojos. Un cuerpo varonil tapaba todo atisbo de luz solar. Una sonrisa se dibujó en mi rostro. Llevaba tiempo esperando ese momento. El cosquilleo que me recorrió el vientre, afianzó un sentimiento que nació entre los dos e iba creciendo a medida que pasaba el tiempo.
Estas vacaciones no estaban pensadas para conocer un lugar recóndito del mundo. Ni siquiera para descansar de una vida sosa y rutinaria. No… Por fin conocía al amor de mi vida. Un amor que nació de las palabras… No sabía si perduraría en el tiempo. Lo único que podíamos hacer, era vivir cada minuto intensamente…

Incertidumbre


Sentí como el corazón se me desgarraba. Los sentidos embotados surgieron desde un hondo pesar que se concentro en todo mi cuerpo. Recostado como estaba, en esas sillas incómodas diseñadas seguramente para un despache rápido, dirigí mi cabeza hacia delante. Mis manos la sujetaban intentando aplacar un sentimiento incómodo. Sentí la necesidad de levantarme y gritar. Solo veía borrosas batas de color deambulando por la sala de espera. Mis ojos vidriosos observaron como un niño, apenas recién nacido, lloraba en brazos de una mujer cansada, Seguramente llevaba sentada en esa silla horas. La sanidad decaía por momentos. Los servicios estaban descompensados. Pocos médicos y demasiados celadores y enfermera/os. Pasé de la pena a una furia interna  provocado por una falta de incompetencia. Mis manos entrelazadas luchaban por no separarse. Sentí la necesidad de preguntar. Su niña, su pequeña Amanda había ingresado de urgencia hacía tres horas. La espera, tediosa, se estaba alargando. No podía evitar sentirme preocupado. Me levante decidido y me dirigí al mostrador de urgencias…
- Disculpe, por favor, ¿podría decirme como está mi hija? Amanda Ramos. Llevo tres horas  esperando y quisiera saber si está todo bien.
- Si, Amanda se encuentra estable. Se complicaron las cosas y tuvieron que operarle de urgencias. Preguntaron por usted en la sala de espera pero no le pudieron localizar. En breve le llamarán para que pueda verla.
-¡Vaya! ¿Está segura de eso? Sólo me he ausentado dos veces.
Ya no me escuchaba. Me sentí mal por no haber estado en ese momento pero no entendí que no me hubieran buscado. Me senté y seguí esperando…