Relatos escritos por Esther Sanz Agradecería vuestra opinión aunque sea negativa

martes, 20 de julio de 2010

Dimensiones Alteradas (5ª PARTE)

-Cuando nos mordieron esas malditas criaturas, nos debieron transmitir algún tipo de veneno. Como habrás podido apreciar a estas alturas, habrás notado algún cambio poco común en tu cuerpo. Lo primero que yo noté fueron unos pelos plateados en el brazo derecho y posteriormente, a las pocas horas -Ricardo señaló sus pectorales-. Me percaté de que mi cuerpo iba cambiando y al fijarme en mi pecho noté que estaba más esculturado. Yo siempre he sido un blandengue, jamás he hecho un ápice de ejercicio. Creo que nos estamos convirtiendo en esos bichos raros.
-Noooo –gritó Rodrigo con desesperación. No podía ser cierto. Eso quería decir que no podría volver jamás a su vida real, que aunque no fuera idílica, la prefería a pesar de todo. Quería volver con su madre, que aún no siendo la mejor madre del mundo era lo único estable que tenía en su vida y lo que más quería en esos momentos.
Mientras le invadía un sentimiento de impotencia, pensó en lo cruel de la situación. Se palpó y miró el cuerpo varias veces. Ricardo tenía razón, su físico estaba cambiando. Sus músculos, aunque ya definidos anteriormente, los sentía más inflados y allá donde había visto unos cuantos pelos plateados, ya no eran unos cuantos, sino una mata. Por fortuna eran cortos y apenas se apreciaban si uno no se fijaba.
-Por lo que pude comprobar, antes de conocernos y llegar hasta aquí, es que la conversión dura varios días. No se exactamente cuantos. Necesitamos averiguar si hay alguna manera de detener esta transformación.-Ricardo, pausadamente por el esfuerzo, sacó unos manuscritos de una pequeña mochila que cargaba a su espalda.-Encontré esto en el interior de una de las viviendas. Parecen manuscritos antiguos-. Al extender los manuscritos pudieron observar unos pequeños símbolos impresos. Se quedaron varios segundos pensativos intentando averiguar su significado.
-¿Qué crees que significa este símbolo?-preguntó Rodrigo señalando con el dedo índice una de las figuras impresas en el pergamino.
CONTINUARÁ...

lunes, 5 de julio de 2010

Dimensiones alteradas (4ª PARTE)

Rodrigo, inmediatamente activó el mecanismo, del que surgieron varias luces de colores vivos y llamativamente intensos. Ante ellos apareció la abertura que les alejaría de aquella pesadilla, o eso esperaba que ocurriese.
-Corre, salta-gritó Rodrigo mientras apremiaba a Ricardo. Si no se daban prisa, las criaturas peludas conseguirían atraparlos y, precisamente, no era algo que encajase con sus planes. Si les atrapaban, ya no tendrían más posibilidades de escapar, y tendrían que quedarse allí de por vida. Pensar en esa posibilidad hizo que sus fuerzas se renovasen. Agarró a Ricardo de la pechera, y le empujó hacia el interior de la abertura e inmediatamente saltó tras él. Nada más cruzar, desactivó el mecanismo y miró hacia atrás para cerciorarse de que solo habían podido cruzar ellos, auque cabía la posibilidad de que les siguiesen utilizando otros mecanismos.
-Por los pelos-exhausto, Rodrigo se apoyó en lo que parecía un poste eléctrico-. ¿Pero que te pasa? Casi nos atrapan por tu culpa, es como si estuvieses a falta de voluntad. El nervio te lo debiste dejar en casa. ¿Seguro que querías salir de allí? Porque si no era así, habérmelo dicho y lo solucionábamos en cuestión de segundos. Me hubiese ahorrado mucho tiempo.
-No soy yo, es lo que me está ocurriendo. Creo que ha llegado el momento de contarte algo que te afecta directamente.-antes de seguir, Ricardo contempló lo que se erigía a su alrededor.
Montañas verdes e imponentes abarcaban todo el horizonte, de su interior emergía un río acaudalado que invitaba a un baño prolongado. Pájaros multicolores posaban sobre las ramas de unos árboles frondosos e inmensos. Rodrigo se acercó a uno de los árboles más cercanos y comprobó que eran frutales. No tuvo que hacer mucho esfuerzo para conseguir una de las piezas. Una de las ramas se aproximó a él. Pareciera que quisiera ofrecérsela por propia voluntad. Esto a Rodrigo le dio que pensar y volvió al lugar donde se encontraba Ricardo con paso ligero. No quería correr el riesgo de ser envenenado. Al acercarse al poste electrificado, se dio cuenta, de que no cuadraba en aquel ambiente, por el simple hecho de que en su campo de visión no se observaba ninguna clase de vivienda. La zona parecía deshabitada.
-Sigue, cuéntame eso tan importante que parece que también me afecte directamente-Rodrigo, mientras instaba a Ricardo a seguir con la conversación, se acuclilló para rozar con su mano derecha, un tobillo que en ese preciso momento no presentaba indicios de mejora. Con el ajetreo de buscar la manera de escapar a un lugar seguro, no se percató de que presentaba un aspecto fuera de lo habitual. Inflamado y de un color verdoso, no tenía pinta de una pronta recuperación. Ante su propia debilidad palpable, divisó a lo largo de la pantorrilla, algunos cabellos plateados que le recordaban a algo que precisamente no quería recordar. Desechó la idea inmediatamente, era una locura siquiera pensarlo. ¿Dónde se encontraban aquellas playas cristalinas a las que iba acudir con su padre? ¿La tranquilidad absoluta con la que había estado soñando durante meses? Seguramente su madre ni se había percatado aún de su desaparición. No era una persona que se preocupase mucho por lo que ocurriese en su entorno. Y precisamente a él nunca le había dado muestras de cariño. Estaría, sin duda, mejor sin él. Interiormente, Rodrigo pensó que ojalá no fuese así. En el fondo la echaba de menos, a pesar de su patente indiferencia hacia él.
-Verás-continuó Ricardo con abatimiento-. Imagino que te habrás dado cuenta que nuestras heridas no presentan un aspecto normal.
-Si-dijo Rodrigo volviendo a dirigir la mirada a su tobillo, que en ese entonces, se veía de un color azul verdoso.
CONTINUARÁ…

domingo, 4 de julio de 2010

Dimensiones alteradas (3ª PARTE)

-Por favor, esto no puede ser real. Éstas no son las vacaciones que tenía pensadas-Rodrigo con cara apesadumbrada, suspiró con resignación. Pensó que si cerraba los ojos, al abrirlos, se encontraría nuevamente en el desván buscando el dichoso artilugio de su madre. Hizo la prueba, pero al abrirlos, vio ante sí a un chico que rondaba su misma estatura y de complexión fuerte. Su cabello lacio e hirsuto le cubría la frente sin llegar a rozar sus ojos verdes y rasgados. Su boca, con labios carnosos, dejaba entrever una dentadura blanca y perfecta. Con el torso al descubierto, se podía apreciar la escasez de vello. Rodrigo, con esta fugaz apreciación, se permitió unos segundos de relajación, pero sin llegar a bajar la guardia.
-¿Qué haces aquí?- le dijo el chico sin apartar la mirada de su entorno. Su rostro no auguraba nada bueno.
-Eso mismo te podría preguntar yo a ti pero, ya que estamos, te diré que no estoy aquí por propia iniciativa, sino por que me han arrastrado en contra de mi voluntad. Yo me encontraba en el desván buscando un artilugio que mi madre necesitaba y de pronto tropecé con esa criatura-dijo Rodrigo señalando al aludido.
-Ya ya, el resto me lo puedo imaginar. Yo tampoco estoy aquí porque me apasione precisamente el paisaje, que es un poco tétrico, por cierto. También me arrastraron aquí sin que pudiese hacer nada para evitarlo. Pero antes de llegar a este lugar pasamos por otro que era totalmente opuesto a lo que estamos viendo en estos momentos. Allí, un bicho redondo y peludo, me mordió en una rodilla-el desconocido, apesadumbrado, se sentó en un empedrado para descansar-. Conseguí zafarme, pero la herida, me ha mantenido cojo durante tres días.
-¿Tres días? Entonces no llevas mucho tiempo aquí ¿Crees que hay alguna posibilidad de que podamos salir de este lugar inhóspito?-Rodrigo mientras preguntaba se imaginaba lo que podía contestarle el desconocido. Iba a ser difícil salir de allí si no conseguían un mecanismo para poder abrir una nueva abertura. Por lo que pudo deducir, estas aberturas debían de ser portales a otros mundos paralelos. Tendrían que trazar un plan para conseguir salir de lo que podría ser su hogar permanentemente. Rodrigo, al imaginarse en esa situación, sintió unas pequeñas nauseas y un ligero mareo que le hizo sentarse en el mismo empedrado en el que se encontraba el desconocido.
-Si, tres días. Aunque te parezca poco tiempo, para mi está siendo toda una eternidad. No hago más que buscar una solución para poder salir de aquí y la única, como habrás podido deducir, es conseguir un mecanismo de apertura de una nueva abertura. Aunque no sepamos adonde nos llevan, debemos arriesgarnos. Por cierto ¿Cómo te llamas? Yo soy Ricardo-preguntó el desconocido llevándose la mano a la rodilla. Todavía tenía que contarle lo más importante de aquella situación, pero pensó a esperar a estar en un lugar más seguro. No sabía como se lo podía tomar su recién llegado compañero.
-Yo me llamo Rodrigo. Siento que tengamos que conocernos en estas circunstancias. Está claro que no son las mejores pero no ha podido ser de otra manera-de repente Rodrigo y Ricardo notaron que se les erizaba el bello de la nuca. Al principio lo achacaron a la brisa que refrescaba el ambiente, pero al girarse vieron con estupefacción, que la zona en la que se encontraban, estaba repleta de esas criaturas peludas y se acercaban con lentitud pero con paso firme.
Rodrigo echó a correr dejando a Ricardo atrás, sentado en el empedrado e indefenso.
Ricardo se quedó medio petrificado, no sabiendo como reaccionar. Se levantó trabajosamente, a consecuencia de la rodilla maltrecha, y se dispuso a seguir la misma dirección que había escogido Rodrigo. Desgraciadamente, no pudo dar un solo paso, una de las criaturas le asió el brazo y le forzó a girarse. Ricardo se dispuso a forcejear, cuando de pronto, la criatura calló al suelo con una herida en la cabeza. Al pie de la criatura se encontraba Rodrigo con una barra metálica en cada mano. Le paso una a Ricardo mientras se agachaba junto a la criatura para practicarle un rápido registro.
Pasados unos segundos, se levantó con una sonrisilla en la boca y con el mecanismo, que les llevaría a otro lugar, esperanzadoramente menos peligroso.
CONTINUARÁ...

Dimensiones alteradas (2ªPARTE)


De repente, sin saber como, apareció de entre sus manos un objeto ovalado del que desprendía varias luces de diferentes colores. Rodrigo se quedó petrificado al observar lo que apareció ante sus ojos. El ser, al pulsar un mecanismo del objeto activó, lo que se podría considerar, una abertura en mitad de la habitación del desván. Su dimensión cambiaba constantemente. Sus colores variaban entre un rojo fuego y amarillo. Se podría confundir con un volcán en proceso de erupción, si la boca no se hubiese encontrado de frente. De pronto, comenzó a emerger de la abertura un ser que se podía considerar de la misma especie que el que se encontraba primeramente en el desván. De la misma estatura, el mismo bello plateado, el cabello largo y enmarañado, sin duda, procedían de la misma especie, y por lo que Rodrigo pudo apreciar, del mismo mundo. La criatura cogió a Rodrigo de la mano, y aunque este opuso resistencia, le empujó al interior de la abertura sin añadir mucho esfuerzo.
Anonadado, no era la palabra adecuada para definir lo que Rodrigo estaba contemplado. Estaba claro que se encontraba en otro mundo ajeno al suyo, pero ¿qué clase de mundo? La hierba corta y espesa de un color azul celeste invitaba a un descanso prolongado. Las flores, con un sinfín de colores, abarcaban todo su ángulo de visión. Las casas, ubicadas cada una a dos metros aproximadamente de la otra, eran como huevos gigantes. Carecían de ventanas pero, disponían de una especie de tragaluz. Las vistas desde el interior de una de las casas debían de ser impresionantes. En esos momentos pudo apreciar donde se ubicaba la entrada. Era una puerta corredera que se habría y cerraba al contacto de la mano sobre la casa. Mientras se mantenía cerrada, era imposible saber donde se encontraba dicha puerta.
Los habitantes de ese mundo multicolor, pequeños, redondos, peludos y con ojos saltones, pasaban desapercibidos. Si no llega a ser por los saltitos que realizaban, no se hubiese percatado de que se encontraban allí.
Pensó que eran totalmente inofensivos, hasta que de pronto, notó un pequeño mordisco en el tobillo. Rodrigo se sobresaltó, e instintivamente, le dio una patada tan fuerte a lo que fuera que le había atacado que acabó resbalando y cayendo al suelo. Por lo menos, era un suelo mullido y no notó mucho el golpe. De repente, el ambiente cambió, todos los ojos se dirigieron hacia él. Esto a Rodrigo no le daba muy buena espina. Pensó en escapar, pero era imposible teniendo en cuenta que no sabía donde se encontraba.
-¿Se puede saber que hacemos aquí?-dijo Rodrigo dirigiéndose a la criatura peluda. Ya se empezaba a hartar de toda aquella situación. Como respuesta, la criatura le asió del brazo y le volvió a empujar hacia el interior de la abertura.
En esa ocasión, aparecieron en un lugar más lúgubre. El ambiente un tanto oscuro, invitaba a echar corriendo sin pensar en las consecuencias. Era un paraje desolador, una ciudad en ruinas. Las casas derruidas tenían la misma estructura que las que había visto en el lugar que acababan de abandonar pero de mayor tamaño.
Los vehículos, con forma exagonal y con una hélice en lo alto del artefacto, sobrevolaban la ciudad mientras que Rodrigo los observaba con estupefacción. Por un instante, mientras se frotaba la zona en la que le había mordido el bicho redondo y peludo, pensó que merecía la pena estar allí, solo por ver semejantes artilugios. Se acercó a una de las casas, por curiosidad, pero se arrepintió en el mismo instante. En el interior se encontraban congregadas unas quince criaturas, casualmente de la misma especie que la criatura que le había llevado hasta aquel lugar. Fugazmente pensó que no conseguiría salir jamás de allí. Seguramente era el destino que se había propuesto la criatura, y él iba a ser la merienda del día.

CONTINUARÁ…

jueves, 1 de julio de 2010

Dimensiones alteradas (1ª PARTE)

El interior del desván estaba repleto de cosas inservibles, no se podía dar un solo paso sin tropezar con un bastón, una pelota de béisbol, una camiseta deshilachada… Rodrigo, un chico alto, jovial y con porte distinguido, siempre se ponía nervioso cuando le mandaba su madre en busca de cualquier artilugio. Era un maniático del orden y su madre no hubiese ganado jamás un premio por ser la mujer más ordenada del mundo, ni siquiera de su pueblo. Estaba harto de sus extravagancias. Se podría decir que Marta era una mujer descuidada pero a su vez irradiaba tanta feminidad que los hombres se lo permitían absolutamente todo. Su cabello corto, rubio y despuntado le confería un aire sofisticado. Sus labios gruesos derrochaban sensualidad allá donde iba. Al mirarla a los ojos la sensación hipnótica era muy profunda, y no era de extrañar, porque eran tan azules como un cielo de verano totalmente despejado. Se pasaba la mayor parte del tiempo cuidando cada centímetro de su cuerpo y esto a Rodrigo le desquiciaba un poquito. En esos momentos, se encontraba echada en el sofá con la cara embadurnada de algún tipo de potingue y las manos al aire esperando a secarse la laca de uñas. Su deseo de que llegase el fin de semana era de tal profundidad que ya no le quedaban uñas que morder, la tensión se palpaba en el aire. Su padre prometió llevarle de vacaciones a un lugar exótico y tranquilo y no podía esperar más a que llegase el momento, los nervios le iban a comer las entrañas. Sus pensamientos estaban cada momento del día ocupados con playas de aguas cristalinas y cálidas, arenas blancas y limpias, tumbonas relajantes…Estaba tan ensimismado que tropezó con algún objeto rígido y cayó al suelo. Al intentar levantarse algo le rozó el brazo, el grito de susto se le quedó atascado en la garganta al observar lo que se encontraba delante de sus propios ojos. Se restregó los ojos varias veces sin dar crédito a lo que veía. Tenía las mismas particularidades que un hombre. El pelo largo y castaño le caía por la espalda, por debajo de los hombros. Le cubría parcialmente la frente alta, la cual, estaba cubierta de pequeñas arrugas que le conferían, seguramente, una edad que no le correspondía. Rodrigo le echo su misma edad, dieciocho años, pero estaba convencido de que era mucho menor. Sus ojos rasgados y claros observaban a Rodrigo como un animal hambriento. De su boca fina sobresalía una dentadura perfecta pero algo amarillenta. Su cuerpo esbelto pero ligeramente musculado estaba cubierto por un bello plateado, podría decirse canoso, que confundió mucho a Rodrigo. Nunca se había topado con un ser de esas características. Le dieron ganas de llamar a gritos a su madre, pero enseguida recapacitó, dándose cuenta de que no serviría de nada el intento. ¿Cómo podría ayudarle su madre? ¿Golpeándole en la cabeza con una de sus pestañas postizas? ¿Mordiéndole el trasero con su dentadura de porcelana? De repente, se vio a sí mismo sonriendo ante la posibilidad de que su madre se encontrase en esa situación. Era un tanto surrealista pensar que pudiese reaccionar de alguna manera ante un ser tan extraño. Enseguida desechó a su madre de sus pensamientos para centrarse en lo que en esos momentos le preocupaba, buscar alguna forma de salir del desván sin que el ser peludo le hiciese daño. Por otra parte, este ser, se levantó cuidadosamente e hizo un gesto a Rodrigo, con su mano de dedos largos y esbeltos, para que se acercase a él, y en ese momento pudo comprobar que el extraño no medía mas de un metro, por lo que le restaba imponencia. Se relajó un poco pero no bajó la guardia por si acaso. Fue aproximándose poco a poco con cierta dificultad, por la inflamación del tobillo causada por la caída, y cuando ya se encontraban muy cerca el uno del otro, se miraron a los ojos con una mezcla de miedo, desafío y respeto.
-¿Qué eres?-preguntó Ricardo llevándose las manos a la nariz, al percatarse de un ligero olor un tanto desagradable-. La criatura ladeó la cabeza dándole a entender que no comprendía nada.


CONTINUARÁ…

lunes, 21 de junio de 2010

Sebastián y el árbol mágico

Cuentan los viejos de la aldea que, al otro lado de las montañas, existía un árbol del dinero. Si lo agitabas una vez, daba monedas de bronce, si lo hacías dos veces, de plata, si tres, de oro…

Un día Sebastián se acercó al árbol y la sacudió una vez apareciendo ante sus ojos unas monedas de bronce.
-¡Vaya! Con esto voy a comprar una azada para labrar el campo.-dijo Sebastián.
Al día siguiente volvió a agitarlo, pero en esta ocasión dos veces, y le aparecieron unas monedas de plata.
-¡Qué bien! Con esto voy a comprar unas semillas para plantar en el campo.- dijo Sebastián.
Al día siguiente volvió para sacudirla, pero en esta ocasión tres veces, y le aparecieron unas monedas de oro.
-¡Estupendo! Con esto voy a comprar un tractor para trabajar el campo.-dijo Sebastián.
Sebastián estaba contento, pero sintió la necesidad de más. Allí se encontró a un hombre que se hacía llamar Augusto, estaba apoyado al árbol como si estuviese custodiándolo.
-Buenos días, buen señor.- dijo Sebastián.
-Buenos días, ¿qué has venido a hacer aquí, chico?- dijo Augusto.
-He venido a por más monedas de oro.- dijo Sebastián.
-Que sepas que no siempre se consigue lo que uno quiere, ¿no tienes suficiente con lo que tienes en estos momentos? –dijo Augusto.
-Bueno, nunca viene mal un poco más.-dijo Sebastián.
-Pues adelante, no voy a ser yo quien te quite esa ilusión, pero luego no digas que no te he advertido. –dijo Augusto.
Sebastián se acercó al árbol y la sacudió tres veces, pero en esta ocasión no apareció nada, volvió a probar, pero sin ningún resultado.
Miró a su alrededor, pero el hombre llamado Augusto había desaparecido. Desilusionado, volvió a casa para empezar con su tarea en el campo, pero se encontró con que habían desaparecido la azada, las semillas y el tractor.


MORALEJA: La avaricia rompe el saco.

domingo, 20 de junio de 2010

Lucas y la cascada Babesol

Desde que apareció en la puerta de la casa de Maite, empezaron a suceder cosas que no podían considerarse normales en un pueblo tan tranquilo como Ricosol. Era un pueblo con seiscientos veinticinco habitantes que se encontraba en el mismo centro de la naturaleza y se componía de unas ciento setenta villas pareadas y cada una separada por un jardín amplio. El colorido que ofrecía dicho pueblo era espectacular y maravillosamente acogedor.
Normalmente, por no decir siempre, el que iba de visita acababa volviendo o se hospedada allí por tiempo indefinido. Lo más esplendoroso y cautivador podría decirse que era la cascada Babesol. Se decía que si hacías el amor dentro de sus aguas, el embarazo era seguro. Por este motivo, las parejas que intentaban tener hijos y les resultaba complicado, acudían a las faldas de la cascada y se quedaban toda la noche disfrutando cada minuto. A los nueve meses nacía un bebe de dicha unión pero no sin antes pagar un alto precio. Dos meses antes del nacimiento del bebe, tenían que sacrificar a un anciano. Los pobres tenían que acatar con resignación este intercambio por el hecho de que la especie tenía que renovarse.
Maite se levantó a las ocho de la mañana como habitualmente hacía y se disponía a meterse en la ducha cuando de repente empezó a escuchar una especie de lamento, se acercó sigilosamente a la puerta de la entrada principal y la abrió con lentitud por si acaso fuese a encontrarse con algún extraño. Lo que apareció ante sus ojos, si podía considerarse un extraño, pero más bien un pequeño extraño, con cara regordeta y risueña que le miraba con unos ojos azules y expresivos.
-Por Cristo y Babesol, ¿qué haces tú aquí? No puede ser que te hayan dejado abandonado, aquí, a tu suerte. ¿Y por qué te habrán dejado en mi puerta?-se preguntaba Maite con cara de consternación.
Miraba en todas direcciones en busca de una respuesta a todas las preguntas que su cerebro le transmitía, pero no conseguía hallar una respuesta.
-Bueno, de momento voy a meterte en casita y a ver si consigo encontrar algo que puedas comer. ¿Tienes nombre pequeñín?-le preguntó a la vez que le hacía una carantoña.
-Gukas-balbuceó el pequeñín.
-¿Gukas? Mejor te voy a llamar León-le dijo al ver que tenía una pequeña mancha en el tobillo en forma de león.
Le metió en casa, y se dispuso a buscar algo de leche y un recipiente que pudiese utilizar a modo de biberón. Transcurridos tres minutos, tras revolver un poco la despensa encontró un pequeño biberón pero no pudo recordar a quien podía pertenecer, tampoco le dio mucha importancia. Se dirigió a la cocina y en el momento en que cogía una cazuela pequeña para calentar la leche, Maite estornudó estruendosamente.
-Hola, no tengo mucho tiempo, me llamo Lucas-dijo una voz a sus espaldas.
Maite se giró rápidamente y ante ella vio a un hombre alto, con ojos claros y muy atractivo. En ese momento no supo que decir, se quedó sin palabras al ver que el hombre se encontraba justo donde había dejado hacía unos minutos a León.
-¿Quién, cómo, qué...?-quiso arrancar Maite.
-Verás, te voy a contar una historia pero necesito que no me interrumpas, no tengo mucho tiempo, seis horas aproximadamente. Hace diez meses acudí con la que fuera mi esposa, Siena, a la cascada Babesol. Precisamente era nuestra luna de miel y quisimos que ese día acabase de una forma romántica, y esa fue nuestra mejor opción. En ese momento no pensamos en las consecuencias, no queríamos tener hijos tan pronto pero el destino o el señor de la cascada quiso hacernos ese regalo que al principio nos costó aceptar, pero no estábamos dispuestos a pedir a un anciano que se sacrificase por nuestro error, a si que, seguimos con nuestras vidas viendo la evolución de un embarazo que poco a poco fuimos aceptando e incluso amando. Hace aproximadamente un mes nació Lucas, que es el niño que te has encontrado al pie de tu puerta. Siena sufrió mucho con el parto y no quiso saber nada del niño. Nos echó a los dos de la habitación gritando constantemente que no era justo, que para ella nuestro hijo no existía y que no quería volver a vernos nunca más. En ese mismo momento, nuestras vidas cambiaron completamente. Mi hijo Lucas y yo somos uno, es decir, normalmente es a él a quien veis físicamente y cuando alguien estornuda muy cerca de nosotros, es a mí a quien veis. Es un poco complicado de entender pero yo creo que eres una persona inteligente que además podría intentar ayudarnos.
-¿Y en que podría yo ayudaros? Nunca había escuchado nada semejante-dijo Maite trabajosamente.
-Tampoco nadie se ha encontrado nunca en mi situación-dijo Lucas con cara suplicante. La única manera de que esta maldición se deshaga, es encontrando a la mujer que me ame a pesar de todas las dificultades y obstáculos que podamos encontrarnos en el camino que atraviesa nuestras vidas.
-¿Y cómo vas a poder encontrar ese amor, siendo un bebe la mayor parte del tiempo?-dijo Maite con voz de incredulidad.
-Bueno, yo creo que se nos ocurrirá algo, solo nos quedan cinco horas-dijo Lucas con una mezcla de esperanza y desasosiego. Vamos a ver, ¿conoces a las mujeres del pueblo?
-Si, prácticamente a todas, es un pueblo bastante pequeño-dijo Maite pensativamente. ¡Ya lo tengo! ¿Y por qué no celebro una fiesta en casa solo de mujeres? Aunque no puedan venir todas, alguna opción tendrás. Ahora mismo me dispondré a llamar a alguna de mis amigas y que luego ellas corran la voz, en una hora mas o menos calculo que empezarán a llegar tus pretendientas-dijo Maite con un mal sabor de boca, sin saber muy bien la causa.
Sobre la hora o así, comenzaron a llegar las mujeres solteras del pueblo. La belleza de todas aquellas mujeres era insuperable y Lucas pensó que no iba a ser nada fácil, sobre todo cuando faltaban tan solo tres horas para volver a ser un bebé. Comenzó a entablar conversación con alguna de ellas, y se dio cuenta que todas tenían algo en común, su superficialidad. Faltaba una hora y Lucas empezó a poner cara de resignación. Se acercaba el peor momento de su vida y no iba a poder controlarlo. Maite al otro lado de la habitación, observaba a Lucas y su evolución con las mujeres y parecía que hasta el momento no había habido mucha suerte.
Cuando faltaba media hora para la trasformación o cambio de identidad, la mayoría de las chicas ya se habían retirado. La última de ellas se retiró diez minutos antes. Maite, sin saber el motivo, notó que unas lágrimas caían de sus ojos melancólicos al ver que Lucas comenzaba a desaparecer. Instintivamente le sujetó la cara con una ligera determinación y le besó apasionadamente. Cuando se separó de él, observó que la piel de Lucas volvía a ser oscura y no traslúcida. Los dos se miraron a los ojos, y se rieron nerviosamente. Lucas júnior apareció de la nada con su sonrisa cautivadora y reclamando nuestra atención.
-Yo buscando al amor de mi vida y resulta que ha estado a mi lado todo este tiempo-dijo Lucas al tiempo que cogía a su hijo en brazos y se lo pasaba a Maite. Pero he de decirte que si me permites quedarme, tendrá que ser con todo el lote.
_Y estoy encantada de quedarme con el lote entero-dijo Maite mientras pensaba en lo que les depararía la vida a partir de ese momento enternecedor y a la vez temeroso.

viernes, 18 de junio de 2010

Hola a todos

En unos días tan lluviosos y aburridos, me he propuesto diseñar este blog. Todavía no he pensado en cuál puede ser el contenido, pero seguramente tratará de literatura. Escribir relatos o cuentos. Ya veré sobre la marcha. Sobre todo espero que visiteis mi blog y me deis vuestras opiniones.